GRACIAS MARÍA
Como mujer, como abogada de familia, como amante de la libertad y la igualdad entre los sexos, no puedo dejar de rendir homenaje a María Telo Núñez. Poco se recuerda a una figura a la que le debemos tanto las mujeres españolas.
María fue una abogada de familia que dedicó su vida al derecho, a luchar por las mujeres y a cambiar el Código civil español de 1889. Nació en 1915 y estudió derecho en la Universidad de Salamanca, no pudiendo finalizar sus estudios hasta 1940 cuando terminó la guerra.
Durante la dictadura, María trabajó para concienciar a la sociedad, con charlas, conferencias y hasta se entrevistó con el Jefe de Estado de aquellos momentos, el dictador Francisco Franco para convencerle de la necesidad de un cambio en la desigualdad jurídica de las mujeres cambiando el código civil.
Antes de la reforma y, en buena parte, por las influencias del Código Napoleónico de 1804, las mujeres fuimos consideradas como seres débiles, con la misma necesidad de protección que los menores de edad y las personas discapacitadas, por ejemplo:
Art 57.- El marido tiene que proteger a la mujer y ésta tiene que obedecer al marido.
Art.58.- La mujer está obligada a seguir a su marido donde quiera que fije su residencia.
Art 60.- El marido es el representante de su mujer. Ésta no puede, sin su licencia, comparecer en juicio.
Si la mujer cometía adulterio era causa de separación, si lo hacía el hombre, solo en caso de escandalo público o menosprecio a la mujer.
La mayoría de edad en los hombres se alcanzaba a los 21 años, mientras que en las mujeres a los 25. Hasta esa edad solo se podía abandonar el domicilio paterno bien para casarse o, como se decía en su época, para “meterse a monja”. Así pasábamos de la autoridad del padre a una más dura autoridad del marido.
Sin la licencia del marido no podíamos obtener pasaporte ni aceptar una herencia, ni ejercer el comercio, ni tener una cuenta corriente, ni carnet de conducir.
Hoy, no damos crédito a que esto pudiera suceder, pero los cambios fueron difíciles y, gracias a grandes mujeres, tenemos libertad y jurídicamente somos iguales a los hombres.
Entre esas mujeres estuvo María, teniendo un papel importante en la consecución de la reforma del año 1975. Desde ese momento, las mujeres no tuvimos que depender de la licencia marital, ni debimos tener obediencia al marido.
Pero hasta 1981, no tuvimos compartida la patria potestad de los hijos y la administración de los bienes gananciales, que hasta entonces estaba a cargo del marido y no solo los comunes, sino que hasta la reforma también administraban los privativos de las propias mujeres.
En el periodo ABC encontramos una publicación de María. “Cuando en septiembre de 1969 yo inicié la lucha por liberar a la mujer de las cadenas jurídicas, su situación era tan vejatoria y alienante dentro de la familia, con proyección en lo público, que había artículos como el 1263, que situaba a la mujer casada entre los menores, los locos o dementes y los sordomudos que no sabían leer ni escribir. El artículo 57 obligaba a la mujer a obedecer al marido y la licencia marital era como su sombra para todos los actos de la vida. Sin licencia, prácticamente, la mujer sólo podía hacer testamento”.
María vivió 98 años, falleciendo en el 2005, gran luchadora y trabajadora y a quien no se la recuerda suficientemente, de ahí mi pequeño homenaje y mi agradecimiento como mujer y como trabajadora de un derecho de familia que cada día se acerca más a una igualdad, que, aún falta por conseguir dentro de los roles de la familia, y más todavía en materia laboral. En la mentalización está el reto del siglo XXI, —dijo—
«y en conseguirla debe involucrarse la mujer, exigiendo de los gobiernos medidas adecuadas y sanciones duras para los que las incumplan».
Aún nos queda trabajo a la sociedad para conseguir en todos los ámbitos, familiares y, sobre todo, laborales esa igualdad, pero debemos exigirlo a los gobiernos y luchar por empoderarnos y no olvidar a estas mujeres que con su ejemplo han de animarnos a no cejar en el empeño, para que un día esa igualdad sea absolutamente real.
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