LIBERTAD DE PENSAMIENTO VERSUS LIBERTAD DE EXPRESIÓN

LIBERTAD DE PENSAMIENTO VERSUS LIBERTAD DE EXPRESIÓN

“La felicidad es cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces están en armonía.”

(Mahatma Gandhi)

¿No sería lo adecuado, lo ideal, en un mundo justo y perfecto que lo que pensamos y lo que decimos sea lo mismo?

¿Por qué no decimos lo que pensamos? ¿No somos libres acaso de decir lo que pensamos?

¿Quién o qué nos coarta nuestra libertad?

Se ha impuesto la creencia de que la autenticidad es lo que vale. En muchas ocasiones hemos escuchado esa frase demoledora de “Yo siempre digo todo lo que siento y pienso”, y lo dicen/decimos con orgullo. Incluso podemos pasar por personas poco creíbles si decidimos ser empáticos con los demás y no decir todo lo que piensas de algo o de alguien en un determinado momento. ¿De qué sirve decir lo que piensas si haces daño con tus palabras?

¿En qué momento nos han hecho creer que decir todo lo que pasa por tu cabeza es lo correcto? ¿Te gusta a ti que te digan todo lo que otra persona piensa sin pensar en cómo te va a afectar?

Es muy complicado controlar cómo le va a afectar a otra persona un mensaje recibido por nosotros, pero sí es nuestra responsabilidad usar la empatía y reflexionar si el mensaje que se le va a enviar es una crítica constructiva o solamente es nuestro ego manifestándose.

Hay gente que utilizando la sinceridad como arma ofensiva dicen frases como “yo nunca voy por la espalda y digo las cosas a la cara”,  y se permiten atrevimientos perfectamente omisibles.

A muchos “gordos” no les gusta que se lo llamen, quizás porque ese exceso de peso no dependa de ellos mismos y lo sea por medicaciones o por trastornos psicológicos ajenos a su voluntad. ¿No creen que les debe doler en el interior que venga alguien a hacer manifiesto algo que puede ser un trauma para ellos? ¿Qué razones tenemos para hacerles incomodar? Ninguna. ¿Y los calvos, lo son porque quieren? Ya saben ellos que se están quedando calvos, seguro que tienen espejos en la casa y se habrán dado cuenta. No hay que repetírselo como si no lo supieran ya.

No se pueden soltar todas las cosas, así, sin pensar. Siempre que digas algo, piensa en el efecto que va a causar en la persona que lo va a escuchar. Sobre todo, ten siempre en cuenta con quién estás hablando para saber lo que tienes que decir y el lenguaje que tienes que emplear.

Esto no quiere decir que nos autocensuremos, que nos limitemos a expresar aquello que sabemos que no genera conflicto con los demás, que sigue una línea segura, donde no recibirá críticas ni tendrá que sentir la presión externa que le obligue a tener que dar explicaciones. La autocensura generalmente se desarrolla para evitar conflictos y estos pueden ser en relaciones personales como, por ejemplo, evitar el conflicto con seres queridos a los que, si les dices lo que realmente piensas podrías hacerles daño, o puede darse en términos sociales: evitando exponer tus ideas en círculos más amplios para evitar discusiones, y sobre todo, sentirte apartado.

La mayoría de la gente suele regular su libertad de expresión en diferentes circunstancias: en el ámbito laboral, en su entorno de convivencia, en su propia familia. Un cierto control puede considerarse como una habilidad para la convivencia, una forma de diplomacia, una herramienta a veces mal entendida de inteligencia emocional. Está claro que dejar de decir lo que se piensa puede mantener la "paz" hasta cierto punto.

Y así caminamos por las confortables avenidas de lo políticamente correcto.

Voy a decir algo pero ¡Alto!, ¿Seguro que es apropiado? ¿No ofenderá a alguien?

¿Podemos ofender a los creyentes o a los ateos? ¿A los homófobos o a los homosexuales? ¿a los hombres o a las mujeres? ¿a los blancos o a los negros?

O, mejor dicho, ¿estamos seguros de que alguien no va a encontrar alguna forma, por rebuscada que sea, de poder hacerse el ofendido por tu contenido aunque sea sacándolo de contexto y forzando su interpretación? No, ¿verdad?

Cada vez que hablamos, corremos un alto porcentaje de riesgo de decir algo que alguien en algún lado pueda considerar ofensivo. Así es como nace el imperio de lo políticamente correcto.

Y así nos tienen distraídos. Y así, el mantra del “divide y vencerás” convierte la dictadura de lo políticamente correcto en un eficaz modo de reventar cualquier oposición a las desigualdades reales del mundo. Así, mientras todos tratamos de no ofender a nadie con nuestras afirmaciones aquellos que controlan el poder se encargan de seguir usándolo de verdad en su beneficio, apropiándose de lo que es por justicia de los demás y sosteniendo las verdaderas desigualdades que a ellos les conviene.

Y desde la libertad de pensamiento y desde mi libertad de expresión finalizo  este artículo manifestando que solamente desde una acción que sitúe la lucha contra la pobreza y la desigualdad en el centro de los problemas, los de arriba y los de abajo,  será posible alcanzar un mundo más solidario, más libertario, más justo y más igualitario.

Cada día es una nueva oportunidad de comenzar de nuevo.


La francmasonería no profesa ningún dogma y  trabaja en una permanente búsqueda de la verdad, por ello las disertaciones publicadas en esta web no deben ser interpretadas como el posicionamiento de la Logia Gea en los temas tratados, sino como la expresión de la opinión de uno de sus miembros con el objetivo de incitar a la reflexión y al debate constructivo que nos permite cumplir con los deberes masónicos con un mejor conocimiento de causa.


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