MASONERÍA Y MUJER: HISTORIA Y REFLEXIONES (PARTE 1)

MASONERÍA Y MUJER: HISTORÍA Y REFLEXIONES (PARTE 1)

“No somos iguales, pero debemos ser equivalentes”

Clara Campoamor

La historia de la mujer en la masonería y en la sociedad van parejas, resultándome apasionante recorrer un viaje que considero aún inconcluso desde esta perspectiva.

En los siglos XII y XIII las transformaciones sociales acaecidas en Europa traen consigo el desarrollo de las ciudades, en las que se produce una forma de vida que permite una mayor autonomía a las mujeres. La necesidad de fuerza activa que implicaba la expansión de las ciudades contribuye a que la mujer se convierta en una parte importante de la vida laboral, con un puesto en el gremio o en un taller no vinculado a este.

El sector de la construcción no fue una excepción, las mujeres trabajaron como aprendices, compañeras o maestras, siendo, eso sí, su salario inferior al de los varones. Los masones operativos medievales disponen de una legislación propia, los Antiguos Deberes, en los que se reclama sus orígenes pitagóricos y se expone el carácter sagrado de sus trabajos, confiriéndoles un papel en la lucha de la Luz contra la Oscuridad. Estos trabajaban y vivían en lugares llamados logias o guildas, regidos por reglamentos o estatutos; en algunos de estos estatutos aparecen fragmentos que hablan de los géneros masculino y femenino, como el Manuscrito Cooke (1410), el Manuscrito de Estrasburgo (1459) o los Estatutos de Ratisbona (1459).

En el Libro de los Oficios encargado por el rey de Francia Luis IX en 1268 hay evidencia clara de la iniciación de mujeres en oficios en logias. La presencia de mujeres esta documentada en logias en París, Chester, York, Norwich o Würzbourg, destacando el caso de Sabina von Steinbach, miembro de la Logia de Masones de Estrasburgo y escultora de las estatuas del portal meridional de la catedral de dicha ciudad.

En nuestro país, el historiador José Luis del Corral señala que un tercio de los trabajadores en la construcción de la catedral de León fueron mujeres. Para las obreras, con frecuencia unidas por lazos de matrimonio o sangre a obreros de la misma logia, también se requería la condición de persona intachable, a fin de compartir en igualdad con ellas los secretos correspondientes al llamado Arte Real (en los gremios franceses del siglo XIII destaca la figura de la Mére en cada logia, elegida entre mujeres de buenas costumbres y con preferencia entre las hijas o esposas de maestros del gremio).

Hay diferencia de opiniones en cuanto a la excepcionalidad de la presencia de las mujeres en las logias de construcción entre distintos autores, no obstante, lo que se puede observar es que en este ambiente la consideración externa imperante de inferioridad de la mujer quedaba paliada en gran medida, puesto que, de ser consideradas por  naturaleza incapaces de cumplir los requerimientos para pertenecer a una logia, no se les habría permitido el ingreso.

Tras la ralentización de la expansión de las ciudades, en torno a los siglos XIV y XV, la mujer comenzó a ser relegada del mercado laboral de forma paulatina, coincidiendo con el aumento del poder de la Iglesia romana y las teorías de Tomás de Aquino, incrementándose la misoginia hasta el punto de prohibirles, en al año 1668, el ejercicio de la actividad artesanal. En los “Old Charges”, antiguos documentos de los s. XIV y XV de las hermandades de canteros y talladores de piedras ya se recoge la idea copiada literalmente en las constituciones de Anderson (1723): “las personas admitidas como miembros de una logia deben ser hombres de bien y leales, nacidos libres, y de edad madura y circunspectos, ni siervos ni mujeres, ni hombres sin moralidad o de conducta escandalosa, sino de buena reputación”.

Estas constituciones están ligadas al nacimiento de la masonería especulativa en 1717 con la fundación de la Gran Logia de Londres, desvinculada de la construcción y que únicamente conserva la finalidad de perfeccionamiento moral e intelectual del individuo. La que posteriormente se denominaría Gran Logia de Inglaterra se arrogó la capacidad de otorgar el reconocimiento masónico a otras logias y excluyó a la mujer de la masonería, bajo la excusa de que al no ser libres económica ni jurídicamente, no podrían formar parte de logia alguna. Esta exclusión, no obstante, trajo más ruido del que parecía, ya que las mujeres, sobre todo las aristócratas, a pesar de no poder votar, estudiar o ejercer la política, tenían un papel destacado en la vida social inglesa. Las justificaciones de todo tipo ante esta decisión tuvieron que ser facilitadas por la Gran Logia con frecuencia.

El malestar se reprodujo en una Francia prerrevolucionaria, sumergida en el Siglo de las Luces, en el la que las mujeres tenían aún un mayor protagonismo. Esto conllevo el nacimiento de sociedades irregulares mixtas de carácter masónico o paramasónico, como la Orden de la Felicidad o la Orden de los Leñadores y las Leñadoras, análoga a la hermandad de los Carbonarios italiana. Comenzaba a hablarse del feminismo, que aspiraba a equiparar los derechos de las mujeres de acuerdo a los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad que estaban encontrando eco en la sociedad francesa.

De forma muy residual, hacia 1760 hubo masones que incluyeron a mujeres en sus talleres, en 1780 hay referencias de la creación del rito egipcio, en el que trabajaban hombres y mujeres por separado, pero las logias femeninas eran independientes y soberanas y hay referencias a la logia inglesa Urania, que se reunía en 1787 bajo la protección de la hermana Dunckerley, esposa de Thomas Dunckerley . No obstante, lo más destacado es que en 1774, el Gran Oriente de Francia creó las logias de Adopción para mujeres, pero con un rito específico diseñado por los masones varones adoptadores, en el que las mujeres no podían reunirse sin la presencia de un oficial de la Logia adoptante que las tutelase y con el conocimiento que se transmitía completamente controlado.

Las funciones principales de estas Logias eran las obras de caridad y la organización de los actos de la Masonería masculina, aunque hay autores como Jan Snoek, que consideran que su participación en el diseño de rituales apareció con el tiempo. Tuvieron gran éxito en Francia, aunque todavía fueron minoritarias en comparación a la Masonería masculina y estuvieron integradas principalmente por damas de la corte y mujeres de posición social importante, como por ejemplo, Catalina de Rusia o Josefina Bonaparte, que las hizo surgir tras la parada forzosa que supuso la Revolución, siguiendo y fomentando el modelo de femineidad de Rousseau que asumiría el régimen bonapartista y que alejaría a la mujer de los espacios públicos.

En 1861, Ragon escribiría un nuevo ritual  titulado Manual Completo de la Masonería de Adopción o la Masonería de Señoras,  que ya reflejaría también para la masonería femenina un importante anticlericalismo y una mayor participación en cambios políticos y sociales. Sin embargo, habría que esperar hasta finales de siglo para ver cambios profundos en el rol de la mujer en la masonería.

Bibliografía:

  • Otaola, Javier. “La masonería hoy. Razón y Sentido” Ed.Haranburu
  • Ortiz Albear, Natividad. “Las mujeres en la masonería española (1868-1939), publicado en “300 años. Masonerías y Masones. Tomo IV. Exclusión” Ed. Palabra de Clío
  • Revauger, Cecile. “Genero en la masonería francesa, del siglo XVIII a la actualidad”, publicado en “300 años. Masonerías y Masones. Tomo IV. Exclusión” Ed. Palabra de Clío
  • Viedma, María “Pensando la historia de la Masonería desde una perspectiva de genero”, publicado en Cultura Masónica, nº 5 “Masonería y mujer”
  • Tejerina, Ascensión “La mujer en la masonería”, publicado en Cultura Masónica, nº 5 “Masonería y mujer”
  • García Alonso, Ana María “Masonería y feminismo: del rosa al violeta”, publicado en Cultura Masónica, nº 36 “Del rosa al violeta. Masonería y feminismo”

La francmasonería no profesa ningún dogma y  trabaja en una permanente búsqueda de la verdad, por ello las disertaciones publicadas en esta web no deben ser interpretadas como el posicionamiento de la Logia Gea en los temas tratados, sino como la expresión de la opinión de uno de sus miembros con el objetivo de incitar a la reflexión y al debate constructivo que nos permite cumplir con los deberes masónicos con un mejor conocimiento de causa.


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